jueves, 19 de mayo de 2011

Comunión Querétaro, 22 de mayo de 2011 numero 692

Magisterio del Señor Obispo Mario de Gasperín Gasperín
El Magisterio del Excelentísimo Señor Obispo Doctor Don Mario De Gasperin Gasperín, durante los veintidós años de ministerio Episcopal en la Diócesis de Querétaro es muy amplio, por los múltiples temas abordados con el fin de realizar su triple misión de Enseñar, Santificar y Gobernar a los feligreses de esta Diócesis.
Ciertamente todos los temas abordados en sus cartas pastorales, están íntimamente relacionados con las diferentes necesidades a resolver, especialmente el de instruir a todos los queretanos en la doctrina de la Iglesia, no sólo para que la conozcan sino principalmente para que sea puesta en práctica. Su misión de Santificar la ejerce no sólo con sus escritos sino principalmente con su vida y ejemplo, orientando siempre a su rebaño al Reino de Dios y confirmándonos en la Fe.
El Excelentísimo Señor Obispo ha estado siempre al pendiente de todo y con la Gracia de Dios, ha soportado todas las adversidades, las criticas desconsideradas e infundadas y los malos modos, no obstante eso, ha cumplido siempre su tarea de Evangelizar y ha desempeñado el servicio a la Iglesia con gran fidelidad y sin renunciar a su talento personal.
Para ser coherente y auténtico no podía dejar de ser él mismo, con su estilo, su formación, su carácter y su personalidad, puesto todo al servicio de la misión que le confío el Señor Dios y por eso ha preferido obedecer a Dios antes que a los hombres.
Su obediencia llena de fe, su amor a Cristo, a la Santísima Virgen María y a la Iglesia, su firme formación Humanista, Filosófica, Teológica y Bíblica junto con su experiencia pastoral en el ministerio Episcopal, hacen de sus cartas un cuerpo de doctrina postconciliar en el que podemos confiar, y al que nos podemos atener con seguridad para guiar al pueblo de Dios por el camino del Reino de los cielos.
Mons. Salvador Espinoza Medina
Vicario General - Presentación del libro «La gloria de Dios es que el hombre viva»
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El Pbro. José Ordaz Moreno, ha sido llamado a la Casa del Padre
El padre José Ordaz Moreno nació en 27 de agosto de 1922 en El Pueblito. Hijo de Julián Ordaz y Catalina Moreno. Ingreso al Seminario Diocesano de Querétaro en el año de 1937. Tenía 62 años de ejercer el ministerio sacerdotal. Recibió el Sacramento del Orden el 18 de diciembre de 1948. Fue Vicario Cooperador en la Parroquia de San Joaquín (1949-1952); Vicario Cooperado en la Parroquia de San Joaquín con residencia en el Doctor (1952-1957); Vicario Ecónomo en la Parroquia de San Joaquín (1957-1962); Párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Arroyo Seco (1962-1970); Vicario Cooperador en la Parroquia de San Pedro y San Pablo en Cadereyta ((1970-1971); Párroco en la Parroquia de Santo Tomás en Tierra Blanca Gto. (1971-1982); Párroco de la Parroquia de San Pedro Tolimán (1982-1990); Decano del Decanato de Soriano ((1989); Párroco de la Parroquia de Santa María de Guadalupe (1990-1992); Vicario de la Parroquia de la Purísima Concepción en Hércules (1992-1995); Administrador Parroquia de la Asunción en Peñamiller (1995); Vicario de la Parroquia de San Pedro en la Cañada (1996-1998); Vicario de la Parroquia de N. S. del Rosario del Rayo (1998 hasta su fallecimiento). Este año habría celebrado 89 años de vida. Fue llamado a la Casa del Padre el domingo 15 de mayo de 2011. Era Vicario en la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario del Rayo, donde el lunes 16 de mayo fue celebrada la Misa de Exequias a las 12:00 hrs.
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Congreso Eucarístico Diocesano
«La familia auténticamente cristiana vive de la Eucaristía»
Del 21 al 23 de junio de 2011
Seminario Conciliar de Querétaro.
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Las Cartas Pastorales del Señor Obispo Mario de Gasperín Gasperín

Uno de los muchos carismas de nuestro Señor Obispo es el de enseñar a través de sus escritos, prueba de lo cual es la selección que de los mismos se hizo en el volumen «La gloria de Dios es que el hombre viva», en él se contienen sus Cartas pastorales (ocho, las otras tres son posteriores al mismo), Mensajes y Homilías. Nos limitamos aquí a comentar brevemente cada una de las Cartas, haciéndolo principalmente con sus mismas palabras; cada Carta responde a un momento histórico que es iluminado por la Palabra de Dios bajo la mirada atenta del Pastor, atento a señalar los caminos que construyen la historia de la salvación como respuesta desde la fe.



En su Primera Carta Pastoral el Sr. Obispo nos invitaba en sus cuatro apartados a mirar «algunos puntos... para comprender la eclesiología que está en la base de nuestra pastoral diocesana»: Dios mira al hombre, La Iglesia se mira a sí misma, La Iglesia mira al mundo, La Iglesia mira a María. Cuatro apartados desarrollados en 26 números. Dos números los dedica a la Parroquia (11 y 12) llamándola «el lugar de la comunión de los creyentes» (n. 12). El número 15 lo dedica a «La Palabra de Dios», tema que vuelve a retomar fuertemente en la octava Carta.

La Segunda Carta Pastoral está relacionada de modo especial con la octava, que dedicó precisamente a «La Parroquia, comunidad de fe y de culto al servicio de la comunión». La desarrolló en tan sólo 10 densos números. La llama nuevamente con Juan XXIII la «fuente de la aldea donde todos acuden a calmar su sed». Da una descripción de la Parroquia (n. 2), afirma su necesidad (n. 3), menciona sus elementos (n. 4), nos dice de su actualidad (n. 5), es comunidad de fe y de culto al servicio de la comunión (nn. 6-8). Hizo también varias propuestas a la par que reflexiones.

La Tercera Carta Pastoral está dividida en cuatro apartados que comprenden 40 números. En el primer apartado evalúa dos años de trabajo desde la promulgación del Plan Diocesano de Pastoral y describe el objeto de la Carta, con sus dos temas centrales: la Palabra de Dios creadora de comunión y, la naturaleza y aspectos de esa comunión eclesial. Dentro del apartado de «La comunión eclesial» dedica un número a la «Comunidad parroquial» (n. 22). Llama la atención también sobre la «Comunión afectiva y efectiva» (n. 30); denuncia también las «Actitudes contra la comunión» (n. 32). Cierra la Carta el cuarto apartado sobre los «Indicativos para evaluar nuestro Plan de Pastoral». Cita abundantemente el Documento de Santo Domingo que «nos traza el “nuevo rostro” que nuestra Iglesia diocesana debe ir adquiriendo, viviendo la comunión y sostenida e iluminada por la Palabra de Dios» (n. 40).

La Cuarta Carta Pastoral además de la Introducción, consta de tres partes distribuidas en 32 números. La temática versa sobre algunos puntos de la Doctrina social de la Iglesia más apremiantes del momento, señalados en la misma, entre los que destacan la «falta de solidaridad» y la «falta de verdad que se expresa en la manipulación de la información que se nos da en los medios de comunicación social» (n. 2). La falta de solidaridad lleva, afirma la Carta, a «profundizar en otra de las tareas fundamentales de la Iglesia y que hemos adoptado como prioridad en nuestro Plan de Pastoral: La dimensión social y solidaria de nuestra fe católica» (n. 4); mientras que la falta de verdad en los medios de comunicación que afirma, anuncia ya el tema de la VI Carta pastoral.

La Quinta Carta Pastoral fue dividida en Temas: 10, con un Epílogo y un Apéndice de Oraciones. Consta de 51 números. Se propone «enfatizar la mirada hacia el futuro» en vistas del Gran Jubileo de la encarnación del Hijo de Dios (n. 2); y «la finalidad más inmediata de la carta pastoral es preparar y servir de apoyo a la VII Asamblea Diocesana y posteriormente, proporcionar a los agentes de pastoral y a los grupos parroquiales materiales de reflexión y análisis para revitalizar el plan de pastoral» (n. 4). En ese momento hacían su aparición y mostraban su influjo dos documentos: El Proyecto Pastoral 1996-2000 del Episcopado mexicano y la Tertio Millennio adveniente. Es digno de llamar la atención sobre los Temas Octavo y Noveno: «La Iglesia santa de los pecadores» y «La Iglesia de los santos y de los mártires», esto porque la Octava Carta habla de la Parroquia como escuela de santidad. No olvidemos que la mayoría de los santos mexicanos son mártires, somos descendientes y familia de mártires.

En la VI Carta Pastoral el Sr, Obispo habla de «medios informativos» en el epígrafe al número 4, mientras que en la cita de Redemptoris missio (n. 37c) aparece «medios de comunicación social» (el texto original latino dice: instrumenta communicationis socialis»). Es preciso no olvidar —para comprender este cambio terminológico— lo denunciado por el Sr. Obispo en su IV Carta Pastoral: «la falta de verdad que se expresa en la manipulación de la información que se nos da en los medios de comunicación social (...). Consecuencia de esto ha sido la desconfianza en las personas y en las instituciones, la proliferación del rumor, el desaliento, el enojo y la confusión» (n. 2). Así como la explicación que hace en el n. 17 de la Carta en cuestión: «Una de las paradojas de los medios informativos, y en particular de la televisión, es que estando hechos para comunicar, para intercambiar ideas, bienes y dones y enriquecer espiritualmente a los humanos, se vuelven ellos mismos causa de incomunicación, de empobrecimiento y de soledad. En el mejor de los casos llegan a informar, mas no a comunicar, pues la comunicación implica mutua búsqueda de la verdad e intercambio de conocimientos y de valores entre las personas o grupos sociales. La comunicación es una actividad humana recíprocamente enriquecedora; si va únicamente en la verticalidad del emisor al receptor, no hay comunicación; podrá quizá hablarse de información, pero de ésta al indoctrinamiento y a la manipulación no hay sino un paso». Es así que «la única cura a este mal (la “verdad de los medios”) consiste en despertar el talento crítico del espectador. En una palabra: la educación» (n. 18).
La Carta está dividida en 6 apartados sumando 47 números y se propone «presentar (especialmente a los informadores) algunas reflexiones que nos abran una puerta para asomarnos al desafío formidable que se le presenta hoy a la Iglesia».

La VII Séptima Carta luego de la Presentación va desarrollándose en 7 apartados, con un total de 47 números, y «el Gran Jubileo de la Encarnación convocado por el santo Padre (...) es una ocasión propicia para asomarnos, aunque sea de una manera rápida, a la realidad rica y misteriosa de nuestra vida de creyentes y como miembros de una comunidad de salvación que llamamos Iglesia, con la intención de esclarecer nuestra identidad católica, de agradecer a Jesucristo su obra redentora y de corregir lo que hay entre nosotros como menos conforme con su Evangelio a fin de que seamos ante el mundo signo más creíble de su presencia salvadora» (n. 0).
Se afirma que los cristianos somos constructores de la historia (n. 2); pero también «nos causa dolor y pena la presencia del pecado en nuestra vida y en nuestra comunidad...estamos aún sometidos a la tiranía del pecado y muchas veces incurrimos en él […] Estamos también seguros que existe mucha santidad oculta en la Iglesia, que sólo Dios conoce y que Él premiará y hará brillar a su debido tiempo» (n 6). La Carta mira también al futuro, sueña «un laicado maduro y vigoroso, como fermento en la masa, cambiaría las estructuras económicas y políticas viciadas de modo que la Iglesia vendría a ser la generadora y promotora de los espacios de libertad y de solidaridad que andamos todos buscando» (n. 42, 4°).

La VIII Carta Pastoral presenta varias novedades en la forma: Es la primera que tiene Derechos reservados para el Autor y la CEM; es la primera editada por la CEM; introduce el concepto Acciones, y las propone concretas.
Tiene 7 apartados incluyendo la Introducción y la Conclusión. Son en total 46 números. El documento más citado es la Novo Millennio Ineunte, y de esto mismo advierte el Sr. Obispo al hablar de tres documentos «que son programáticos y de largo alcance, y deben marcar el rumbo pastoral de la Iglesia que peregrina en México y en toda América en los inicios del Tercer Milenio. Por esta razón los cito con generosidad» (n. 2.4).
Se pueden proponer cuatro grandes temas como fondo teológico del documento:
1. La Parroquia: como «casa y escuela de la comunión» (n. 3.6); «esta institución es la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos e hijas y donde se ofrece a los fieles lo necesario para su salvación» (n. 2.1).
2. La comunión: que exige «una nueva imaginación de la caridad» (n. 5.5); que está basada en al Eucaristía (nn. 4.6-4.8); que es Trinitaria, fraterna y solidaria (n. 4.3); se manifiesta en unos espacios concretos y eficaces (n. 4.4).
3. La santidad: la programación pastoral de la Parroquia se debe poner bajo el signo de la santidad, y en nuestra patria del martirio, pues de los 27 santos canonizados 25 son mártires de la persecución religiosa (n. 2. 7). La santidad es la meta del camino a la conversión, pues ésta no es un fin en sí misma, sino proceso hacia Dios. Esta santidad parroquial no es un «añadido» a la actividad pastoral y apostólica, sino su alma y su vida» N. 3.6).
4. La conversión pastoral: «Se trata de nuevo ardor, de nuevos métodos y de nuevas expresiones en la vida personal y comunitaria de la Iglesia. Así lo explicita el documento de Santo Domingo: La Nueva evangelización exige la conversión pastoral de la Iglesia. Tal conversión debe ser coherente con el Concilio. Lo toca todo y a todos: en la conciencia y en la praxis personal y comunitaria, en las relaciones de igualdad y de autoridad; con estructuras y dinamismos que hagan presente cada vez con más claridad a la Iglesia, en cuanto signo eficaz, sacramento de salvación universal (SD 30)» (n. 3.2).

La IX Carta pastoral En esta Novena Carta vuelve el Sr. Obispo sobre temas que ya ha tocado en las anteriores, sin embargo, nos advierte: «Quizá a algunos estas consideraciones parezcan algo extraño por inusuales» (n. 40), y la razón de esto, afirma, es que «este ramo de la pastoral suele ser el más descuidado no sólo por las exigencias que lleva consigo, sino por la atmósfera enrarecida en que ha vivido la comunidad católica en el último siglo y por la falta de claridad en los conceptos y en los contenidos de la doctrina social cristiana» (n. 1). En esta nueva Carta habla acerca de situaciones difíciles como el relativismo, el laicismo intransigente, la transmutación de valores, la democracia moderna, el fin propio del Estado, las falsas antropologías, el orden natural, etc., ilumina con su palabra y en razón de su Oficio pastoral estas realidades, cumpliendo la razón más profunda de su ministerio episcopal, como lo exige la Exhortación Apostólica Pastores gregis: «Ante estas situaciones de injusticia, y muchas veces sumidos en ellas, que abren inevitablemente la puerta a conflictos y a la muerte, el Obispo es defensor de los derechos del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Predica la doctrina moral de la Iglesia, defiende el derecho a la vida desde la concepción hasta su término natural; predica la doctrina social de la Iglesia, fundada en el Evangelio, y asume la defensa de los débiles, haciéndose la voz de quien no tiene voz para hacer valer sus derechos. No cabe duda de que la doctrina social de la Iglesia es capaz de suscitar esperanza incluso en las situaciones más difíciles, porque, si no hay esperanza para los pobres, no la habrá para nadie, ni siquiera para los llamados ricos.» (Pastores gregis n. 67).
Vemos que el obispo ejerce este oficio desde tiempos apostólicos, es decir, este oficio es ya dos veces milenario en la Iglesia. Y no es que el Obispo o la Iglesia pretendan injerencia en campos que les son ajenos; explica el Sr. Obispo: «La Iglesia siempre ha exigido su derecho a emitir juicios morales en las diversas circunstancias de la vida de los ciudadanos, incluido el campo de la política; esto lo hace para iluminar la conciencia de los católicos en asuntos tan importantes como es el bien moral de la sociedad. Es algo totalmente legítimo, pues es atribución de los Pastores recordar a quienes profesan la misma fe, el deber de ser coherentes con las creencias que libremente han aceptado. Seguirlas o no será siempre acto responsable y comprometedor de la libertad de cada uno en orden a su salvación […] La Iglesia no se arroga injerencia alguna en el ordenamiento de la sociedad civil, cosa que no le corresponde, sino que emite juicios morales para el comportamiento recto de sus hijos, […] No reclamamos privilegios pero tampoco aceptamos discriminaciones» (n. 22 f).
Son estas algunas de las razones que el Sr. Obispo propone para ejercer su obligación de defender los Derechos del Hombre, en este caso resaltamos el derecho a la libertad religiosa, y por eso afirma: «cualquier ciudadano y cualquiera que sea su creencia religiosa, debe gozar de la plena libertad de practicarla tanto en público como en privado, solo o de manera asociada» (n. 24, 4°).
Al mismo tiempo recuerda el verdadero sentido del concepto de «Estado laico» que es también una exigencia para el católico promover y vivir: «es una condición indispensable para que el político creyente pueda expresarse conforme a su conciencia, […] Un auténtico hijo de la Iglesia no niega su fe, ni la oculta, pero tampoco la utiliza para fines políticos o de gobierno. El fiel católico, con su participación en el campo político y social, no pretende un gobierno o un estado confesional; al contrario, contribuye a la creación de un verdadero y auténtico Estado laico: respeta toda opción religiosa sin imponer la suya». (n. 24, 1° y 4°).
El trasfondo de toda la Carta es la Encíclica «Dios es amor», del Romano Pontífice felizmente reinante, Benedicto XVI.

La X Carta pastoral, en la conclusión expone el objetivo de la misma: «La presente carta pastoral no pretende ser un curso sobre la Liturgia cristiana, ni abarcar un temario completo sobre sus contenidos, sino solamente subrayar los aspectos más importantes y significativos de la celebración litúrgica e invitar a los hermanos presbíteros y a las comisiones litúrgicas a poner todo su empeño por vivir lo que enseña la Iglesia, adoctrinada ciertamente por el Espíritu Santo, mediante las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del posterior Magisterio pontificio».
Traduce los documentos más recientes del Magisterio sobre la Sagrada liturgia en forma de reflexiones y cuestionamientos, que son una invitación a descubrir la inmensa riqueza de nuestra fe que celebramos.

Una mención especial merece su Instrucción pastoral sobre las elecciones «Un católico vota así» (27 de abril de 2003), breve pero intenso, que le valió soportar la instrucción de dos procesos de los cuales salió como era obvio absuelto, para testimoniar así la libertad del profeta y del evangelio.

La XI y última Carta Pastoral tiene como trasfondo el Documento de Aparecida, y su objetivo lo expresa con estas palabras nuestro Pastor: «Queremos […] “dar un paso más”, un paso adelante en nuestro caminar diocesano, pasando “de la formación a la planeación”, con la finalidad concreta de elaborar el Plan Parroquial de Pastoral. Este será un signo real y tangible de nuestra “conversión pastoral”, para que nuestra Iglesia diocesana pueda ser formadora de verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo» (Presentación).
La estructura de la Carta la expresa en estos términos: «Queremos, en este trabajo, situar la conversión pastoral en el contexto de la Iglesia y de su corazón, la santa eucaristía; y, posteriormente, ubicarla en su ámbito concreto de la Iglesia particular, en especial en la parroquia, para, finalmente, subrayar dos urgencias: la conversión respecto a la escucha y fidelidad a la Palabra de Dios y la necesidad de implementar un instrumento concreto y sólido de catequesis mediante la iniciación cristiana, con el catecumenado y la subsiguiente evangelización» (n. 3).
Es una Carta que busca cuestionar y proponer, mover a la acción por parte de todos los fieles, por eso va intercalando preguntas para lograr el objetivo más fácilmente y de modo exigente.


Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes